CASA COFIÑO
Perdido entre los montes de eucalíptus de Cantabria, rumbo a San Vicente de la Barquera, nos encontramos el pequeño pueblo de Caviedes. Éste no dejaría de ser uno más de los idílicos pueblos cántabros si no fuera porque en su plaza se encuentra Casa Cofiño (942708046). Entrar allí es ver cómo se ha detenido el tiempo, puesto que el bar primigéneo combina la barra con el colmado del pueblo… (Puesto al día por los hijos de los propietarios). Casa Cofiño lleva alimentando a la gente más de 40 años, pero fue hace unos años cuando llevaron a cabo la reforma del local. Conjuga perfectamente la madera y la piedra en sus paredes, además de una cristalera que da una buena iluminación al salón principal, pero no vamos a dejarnos llevar por la estética y vamos a lo que realmente importa; la comida y la bebida.
Raciones abundantes y generosas a precios irrisorios (no os dejéis engañar, es una trampa de Rubén, el pequeño de los hermanos, para engatusaros con una carta de vinos que para sí quisieran muchos grandes de éste país…). Pese a que todos los platos tienen un buen nivel (picadillo, chacinas…), lo más destacado de su carta son, en mi opinión, las albóndigas (2 unidades por ración, pero qué tamaño…como el puño de un niño de 12 años), y el cocido montañés. Éste último posiblemente sea de los mejores que he comido en Cantabria en muchos años. Por cierto, te dejan comerlo a discreción…Si todavía os queda hueco podéis intentarlo con alguno de sus numerosos postres caseros (destacable la tarta de queso).
Para regar tan opípara comida podéis elegir entre las más de 600 referencias de vino que Rubén atesora celosamente en su maravillosa bodega (para escarnio de sus hermanos…). También cuenta con una nutrida carta de güisquis, rones, ginebras y puros…Y todo a qué precios…
En lo que al servicio respecta son los otros 2 hermanos los que se encargan de la sala de forma rápida y eficiente. Vamos, un gusto.
Muchas gracias Toño por descubrirme un lugar tan maravilloso y compartirlo.
Quién diría que unas albóndigas valen un viaje de 400 kilómetros…
Se me olvidaba, es fundamental reservar.
Raciones abundantes y generosas a precios irrisorios (no os dejéis engañar, es una trampa de Rubén, el pequeño de los hermanos, para engatusaros con una carta de vinos que para sí quisieran muchos grandes de éste país…). Pese a que todos los platos tienen un buen nivel (picadillo, chacinas…), lo más destacado de su carta son, en mi opinión, las albóndigas (2 unidades por ración, pero qué tamaño…como el puño de un niño de 12 años), y el cocido montañés. Éste último posiblemente sea de los mejores que he comido en Cantabria en muchos años. Por cierto, te dejan comerlo a discreción…Si todavía os queda hueco podéis intentarlo con alguno de sus numerosos postres caseros (destacable la tarta de queso).
Para regar tan opípara comida podéis elegir entre las más de 600 referencias de vino que Rubén atesora celosamente en su maravillosa bodega (para escarnio de sus hermanos…). También cuenta con una nutrida carta de güisquis, rones, ginebras y puros…Y todo a qué precios…
En lo que al servicio respecta son los otros 2 hermanos los que se encargan de la sala de forma rápida y eficiente. Vamos, un gusto.
Muchas gracias Toño por descubrirme un lugar tan maravilloso y compartirlo.
Quién diría que unas albóndigas valen un viaje de 400 kilómetros…
Se me olvidaba, es fundamental reservar.
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Un besito